domingo, 23 de octubre de 2022

ORÍGENES DEL PARTIDO DEMÓCRATA EN ARGENTINA

 


Escribe: Dr. Marcelo Javier de los Reyes

 

 

A través de Julio Argentino Roca, el historiador Félix Luna nos dice en su libro Soy Roca:

 


Quisiera ser muy claro al contar la etapa que empieza ahora, porque en este lapso de mi vida empecé a cobrar conciencia de la política como instrumento capaz de permitirme influir en el destino de mi país.[i]

 

  Sitúa al personaje en 1867, es decir que ya había pasado la etapa del gobierno de Juan Manuel de Rosas y en 1853 el país se había dado su Constitución Nacional pero se encontraba en un momento de organización nacional tras décadas de guerras civiles y caudillismo.

  No obstante, la política por entonces era producto de algunos caudillos, nuevos dirigentes que asumían la conducción con una conciencia nacional, con sus vicios y virtudes, como todos los humanos. “En aquella época todo era política” nos dice el Roca de Félix Luna[ii].

  En 1852 se fundó el Partido Liberal de la provincia de Buenos Aires, el cual se mantuvo vigente hasta 1862 y al que suele llamárselo también Partido de la Libertad y que tuvo su origen como una corriente opositora a Justo José de Urquiza —quien el 17 de septiembre de 1861 había perdido misteriosamente la batalla de Pavón[iii], dado que tenía una superioridad numérica y, a pesar de ello, se retiró— y al Acuerdo de San Nicolás. Desde ese momento la organización nacional quedó en manos de Buenos Aires.

  Entre los dirigentes del Partido Liberal se encontraban Bartolomé Mitre, Valentín Alsina, Domingo Faustino Sarmiento, Dalmacio Vélez Sarsfield, Pastor Obligado y los hermanos Florencio Varela y Juan Cruz Varela. Durante la presidencia de Mitre (1862 y 1868) —cuyo vicepresidente fue Marcos Paz— su intención de federalizar la provincia de Buenos Aires llevó a la división del partido entre quienes defendían la autonomía política, bajo la conducción de Adolfo Alsina —hijo de Valentín—, quien fundó el Partido Autonomista, y quienes siguieron la línea de Mitre, quien asumió la conducción del Partido Nacionalista.  



  Como puede apreciarse eran partidos efímeros, carecían de programas y de asambleas pero estaban constituidos por líderes fuertes, es decir que eran partidos personalistas. Aún no existía una verdadera unidad nacional ni un Ejército Nacional, más allá de que nuestro Ejército tuvo su origen antes que la Patria, por la necesidad de repeler al invasor inglés en 1806. Tampoco el Estado abarcaba el territorio nacional.

  Esta histórica agrupación reconoce su remoto origen en 1873, cuando el Dr. Adolfo Alsina, a la sazón Vicepresidente de Domingo Faustino Sarmiento, unió a dos antiguos Partidos en uno nuevo que se denominó Partido Autonomista Nacional.

  Ambos partidos se fusionaron el 18 de marzo de 1874 dando origen al Partido Autonomista Nacional (PAN), que se constituyó como un partido político liberal conservador y que marcó la política nacional de la Argentina entre 1874-1909, período histórico que es denominado como “república conservadora”. Algunos denominan a este período como el de la “oligarquía”.

  El PAN llevó a la presidencia a Nicolás Avellaneda (1874-1880), a Julio Argentino Roca (1880-1886), a Miguel Juárez Celman (1886-1890), a Carlos Pellegrini (1890-1892), y por segunda vez a Julio Argentino Roca (1898-1904) y, por último, a José Figueroa Alcorta (1906-1910).

  Otros presidentes, como Luis Sáenz Peña (1892-1895), José Evaristo Uriburu (1895-1898) y Manuel Quintana (1904-1906) no fueron miembros del PAN pero contaron con su respaldo.



  Fue un gran período de crecimiento y de expansión de la Argentina, aunque esto no significó un desarrollo que se derramara sobre la totalidad de la sociedad argentina. Fue un crecimiento basado en la agroexportación, particularmente orientada hacia el Reino Unido.

  Con la intención de poner fin a un sistema electoral considerado fraudulento, a partir de la 1912 se sancionó la Ley Nacional de Elecciones Nro. 8.871, conocida como “Ley Sáenz Peña”, que desechó el voto calificado y estableció el sufragio universal, secreto y obligatorio y el sistema de lista incompleta, con lo cual se dio representación legislativa a la minoría. Por esa época sólo votaban los varones.

 

  Desde la implementación de esta ley el PAN y los partidos liberal-conservadores que lo sucedieron, no volvieron a obtener la victoria en una elección presidencial.

  Como un sucesor del PAN —el cual desapareció en 1916— surgió el Partido Demócrata (PD), conocido asimismo como Partido Demócrata Nacional (PDN), identificado también como Partido Conservador.


  

  La fragmentación del PAN dio origen a las siguientes agrupaciones provinciales:


·        Partido Demócrata de Buenos Aires,

·        Partido Demócrata de la Capital Federal,

·        Partido Demócrata del Chaco,

·        Partido Demócrata de Córdoba,

·        Partido Demócrata de Entre Ríos,

·        Partido Demócrata de Mendoza,

·        Partido Demócrata Liberal de San Luis y

·        Partido Autonomista en Corrientes.

 

  En 1931 se fundó el Partido Demócrata Nacional que delineó su programa y su carta orgánica, eligiendo como su primer presidente a Robustiano Patrón Costas, quien antes y después de la institución del partido ocupó los siguientes cargos públicos:

 

·        Gobernador de la Provincia de Salta (20 de febrero de 1913 - 20 de febrero de 1916);

·        Senador de la Nación Argentina por Salta (2 de mayo de 1938 - 4 de junio de 1943);

·        Presidente provisional del Senado de la Nación Argentina (30 de abril de 1916 - 30 de abril de 1925; 20 de febrero de 1932 - 4 de junio de 1943).

 

  El PDN integró la alianza política denominada Concordancia, integrada también por la Unión Cívica Radical Antipersonalista y el Partido Socialista Independiente, alianza que gobernó la Argentina entre 1932 y 1943, período que en la historia argentina es denominado como la “Década Infame”, durante el cual la Unión Cívica Radical estuvo proscrita, se procedió al fraude electoral y hubo un alto nivel de corrupción. A la muerte del presidente radical Roberto Marcelino Ortiz, le sucedió su vicepresidente, el dirigente del PDN Ramón Antonio Castillo, quien se desempeñó como presidente de la Nación durante los años 1942 y 1943. Cabe destacar que Julio Argentino Roca (hijo), también dirigente del PDN, fue vicepresidente de la Nación entre 1932 y 1938.

  Hacia 1946, al no poder integrar a nivel nacional la Unión Democrática, comenzó su disolución pero en ese mismo año suprimió de su nombre “Nacional”, pasando a denominarse solo Partido Demócrata.

 

  El partido quedó constituido a escala local en algunas provincias, como el Partido Demócrata de Mendoza o el Partido Demócrata de la Capital Federal y durante un breve período (1959-1966) como Federación de Partidos de Centro, la cual agrupó a las fuerzas conservadoras provinciales.

  De tal manera que solo sobrevivieron partidos distritales que no lograron constituirse como un partido nacional. La Federación de Partidos de Centro fue abolida con la asunción del general Juan Carlos Onganía tras el golpe de Estado de 1966.

  Con referencia a los partidos provinciales, cabe señalar que el Partido Demócrata de Mendoza mantuvo una presencia de consideración que le permitió obtener la gobernación de esa provincia en 1961 y 1963, pero también obtuvo un gran caudal de votos en las legislativas de 1997, integrando el Frente Cambia Mendoza, que ganó las elecciones de 2015 y obteniendo reiteradamente representación en el Congreso Nacional.

  El Partido Demócrata fue refundado en 2018, integrando la alianza Juntos por el Cambio en las elecciones presidenciales de 2019, que impulsaba la fórmula presidencial Mauricio Macri - Miguel Ángel Pichetto.

  A nivel nacional, de los seis distritos que integran el partido, Mendoza concentra el 78,8% de las personas afiliadas.

 

 

Dr. Marcelo Javier de los Reyes

Director Ejecutivo

Sociedad Argentina de Estudios Estratégicos y Globales (SAEEG)

Ciudad Autónoma de Buenos Aires

República Argentina

https://saeeg.org/

 


Referencias

 

[i] Felix Luna. Soy Roca. Buenos Aires: Sudamericana, 1992 (16ª ed.), p. 66.

[ii] Ídem.

[iii] La batalla de Pavón enfrentó a las fuerzas de Buenos Aires, comandadas por el general Bartolomé Mitre, y las tropas de la Confederación Argentina, al mando del general Justo José de Urquiza.

 


martes, 13 de julio de 2021

1 cada 450

Escribe: 

Héctor Alvarez Castillo 

 

1 de cada 450 argentinos es la cifra que da 100.000 fallecidos por Covid-19 sobre una población total de 45 millones. Una manera distinta, sin dudas, de leer los 100.000 muertos es poner la atención que de cada 450 seres humanos que conocemos murió 1, en nuestro país y en este lapso, por un virus que comenzó a desperdigarse a fines del año 2019 en la lejana China.


¿Hay responsables, antes que culpables, además del virus, quien no es punible de ninguna sanción ni se le puede extender ninguna vara ética? Sabemos que el virus sólo desea reproducirse, seguir siendo; en esto no es muy distinto a nosotros y a todo ser vivo. Pero sí se debe responsabilizar en primer término al gobierno nacional, ya que para algo es el gobierno de la Nación, por voluntad propia y elección de los ciudadanos mediante el voto; aunque sí queremos ir un poco más atrás o hilar fino, por encima de cualquier ataque o crítica directa sobre la gestión que comienza con Alberto Fernández, debemos poner en la mesa de las consideraciones que luego del gobierno de Néstor Kirchner con una mano en el corazón y otra en la cabeza no hubo ninguna presidencia en La Argentina que ante un problema de esta trascendencia ofreciera alguna garantía de idoneidad o al menos de pragmatismo. Néstor Kirchner fue, entre otras cosas, un manipulador político, pero no comía vidrio. Una ideología barata y funcional a intereses personales y egoístas –sumado el carácter de un timorato obstaculizaron la toma de decisiones en tiempo y forma que las circunstancias que atravesamos exigen. Los 4 de copas no nacieron para los trances difíciles, ni siquiera están para pagar las facturas de la fiesta. Y es importante sopesar que Cristina Fernández, por lo que hizo en sus anteriores apariciones presidenciales, o ese producto de consumo electoral denominada “Mauricio Macri”, no crean expectativas distintas a este presente. Ante una consumada clase política corrupta, soberbia e incapaz, cualquier cimbronazo y más una pandemia produce un desastre mayor en todos los órdenes. Otras consecuencias habría si el timón lo condujeran políticos capaces, decentes y dignos de detentar la función pública a la que han accedido republicana y democráticamente. No hay que ser sagaz para saber que en la corporación de partidos que gobierna nuestro país desde 1983 no abunda esta especie en extinción, pero sí abunda la primera, ante quienes hablar de “grieta” no es más que traer metáforas a una discusión profunda.

No considero que la vacuna sí o la vacuna no, sea lo que incline la balanza hacia un lado o hacia el otro. Seguramente, la temprana gestión sobre este tema que a veces se muestra más como un parche que una solución antehubiera creado otro horizonte. Más allá de eso, existieron y son explícitos, incluso para quien por ceguera ideológica se niegue a ver, errores producidos por incapacidad y corrupción en la gestión doméstica (sumado a esto el pésimo manejo de la cuarentena, el desastre exacerbado de nuestra economía y el maltrato directo a la ciudadanía, propia de un gobierno que improvisa y llega tarde a las cuestiones cruciales).

 

Por esto y otras cuestiones que se me vienen a la mente, cuando leo 100.000 muertos por Covid-19, o simplemente Covid, mi cabeza comienza a realizar una traducción directa de esta fatal y triste cifra: 1 de cada 450 argentinos ha fallecido.

domingo, 4 de julio de 2021

Apostillas por el gusto que se dio Vidal y la renuncia de Patricia Bullrich

Escribe: 
Héctor Alvarez Castillo

El pase que forzó Vidal a CABA solo lo puedo entender por temor a una segunda derrota electoral –segunda y consecutiva que le bajaría el precio a futuro. En CABA, como reza la metáfora y fábula, va a cazar al zoológico, más en esta oportunidad con los falsos liberales en declive ¿hay alguien hoy por hoy a quien Milei no aburra hasta el sopor, en el mejor de los casos, con su cantilena? y el Frente de Todos, con menos aire en el distrito capitalino que en otras épocas donde la épica daba la impresión que le torcía la muñeca a la realidad. Pero, ¿eso es lo que se espera de un líder? No, seguramente: No. Ya sé que nadie estima seriamente que María Eugenia Vidal puede ser líder de alguna fuerza política, con ese discurso que solo alcanza para caracterizarla como una tía buena o una vecina bien intencionada. Eso que soy generoso.

Se habla de renunciamiento por parte de Patricia Bullrich. Los argentinos habitualmente nos fascinamos ante esos aires de renunciamiento. Recordemos el renunciamiento de José de San Martin ante Bolívar, en julio de 1822, cuando en Guayaquil le explicaron que sus servicios ya estaban cumplidos y gracias por la tarea realizada. Me viene a la mente el de Eva Perón el 22 de agosto de 1951, en días en los que estaba a las puertas de su deceso, por un cáncer que la llevó a la muerte el 26 de julio del año siguiente (Perón inició su segunda presidencia el 4 de junio de 1952). Una renuncia muy emotiva pero, sinceramente, dictada más por lo biológico que por otra razón.



Ahora nos llega el renunciamiento de la Presidente del PRO, para no dar blancos al vil enemigo que no es otro que el gobierno nacional y no traer desunión a Juntos por el cambio. ¡Unidad, unidad!, cantan a coro, ella y la cristiana Carrió! ¡Habemus Lilita, forever!

En ese gesto que a Bullrich le da libertad de movimientos para trabajar los próximos dos años el armado de su candidatura presidencial quizá principal provecho de su decisión ante una diputación que en sí misma era poco atractiva el renunciamiento ante la resolución de Vidal (que contó con la aprobación de Larreta) expresó que como Presidenta del PRO tiene menos peso del que un amateur supondría. Tema aparte, desnuda el rol de voyeur de la UCR.

A todo esto, ¿alguien puede explicar, más allá de lo mediático, que se hable de Facundo Manes como fenómeno? Sinceramente ya lo he dicho hace días este Manes solo da para percibirlo como un Vidal sin polleras, pero preso de una apreciable soberbia. No más. Su trayectoria social y como científico no enamoran. Hoy comienza en la política y casi que entra exigiendo el sillón de Rivadavia, que, a estas alturas, no debe ser más que una poltrona.

Apostillas de la primera semana de julio de este urticante año electoral.




 

 


domingo, 12 de abril de 2020

Virus y Estado frágil

Cuando todo está en carne viva, reaparecen limitaciones estructurales que dificultan la respuesta a la crisis.







Por Martín D'Alessandro.


pesar de que el apoyo a la cuarentena obligatoria sigue siendo alto, esta semana la dirigencia política argentina se alejó un poco más de la expectativa que tenían muchos compatriotas en cuanto a su capacidad para administrar la crisis del coronavirus. Algunas de las razones de esta nueva decepción podrían ser clasificadas como estructurales, es decir, causadas por configuraciones de largo plazo que generan tendencias y deficiencias más allá de la voluntad de los actores que toman las decisiones; y algunas otras como consecuencia de lo que los politólogos llamamos razones “de agencia”, que son aquellas que tienen que ver con el accionar concreto de los agentes, es decir, de las personas de carne y hueso en el momento de tomar las decisiones. La limitación estructural que se puso en evidencia esta semana con toda crudeza es la debilidad y la fragilidad del Estado argentino. Desde luego, no es la primera vez que esto se manifiesta abiertamente, pero en medio de una crisis como la que estamos atravesando −y que a juzgar por muchos pronósticos, recién está empezando− sobresale más aún porque todo parece estar en carne viva. El escándalo del Ministerio de Desarrollo Social es bastante claro: pautó la compra de alimentos por una cifra multimillonaria, pero para una cantidad importante de productos no pudo evitar aceptar un precio superior al que considera justo. Al parecer se trató de un caso clásico de corrupción, con el agravante obsceno del contexto de la crisis. A partir de unas primeras justificaciones poco convincentes, el Presidente promovería el despido de los responsables: un secretario de Estado y otros 14 altos funcionarios vinculados al nervio central del peronismo metropolitano, el conurbano bonaerense. Aun cuando finalmente se demostrara que no hubo cohecho, también estaríamos frente a una mala noticia, ya que en ese caso el Estado no pudo imponer o negociar un precio siquiera razonable para una compra a granel. Si, en cambio, sí hubo corrupción, se trataría de una connivencia del Estado con una cartelización delictiva de sus proveedores, en una operatoria que nos hace recordar a la que conocimos en las contrataciones de obra pública revelada por los cuadernos de Centeno. En cualquier caso, el mismo Estado que compra caro o directamente delinque con los precios, al mismo tiempo faculta a los intendentes a clausurar comercios por sobreprecios, aun cuando se hayan visto obligados a aceptar aumentos por parte de sus propios proveedores. Una esquizofrenia parecida podría suponerse con la decisión del Estado de abrir los bancos para pagar a los jubilados, sin prever la violación de las normas sanitarias que él mismo había impuesto. El problema es estructural: el Estado argentino no solo es débil, también tiene dificultades para coordinar sus políticas públicas. 

Réplicas. Es inevitable que la ciudadanía induzca o recuerde que esa debilidad, y esa ambivalencia, se replican en múltiples áreas del Estado. Solo basta observar el equipamiento de las fuerzas de seguridad, los resultados de las pruebas educativas, el stock de insumos de los hospitales, la infraestructura de las escuelas y las universidades, su sistema de transporte y un largo etcétera. En otras palabras, la Argentina −y ciertamente otros países también− tiene un problema muy serio: su Estado no es creíble, y consecuentemente no genera confianza. No se trata solo de un problema de abusadores −“la Argentina de los vivos” a la que se refiere el Presidente− sino también de credibilidad. Un Estado contradictorio (para no hablar de uno delictivo) hace que ciudadanos, comerciantes, empleados, acreedores y proveedores crean −muchas veces muy fundadamente− que el Estado incumplirá con sus obligaciones. Ahora bien, muchos estamos de acuerdo en que hay que fortalecer las capacidades del Estado. La cuestión esencial es cómo. El Gobierno se enfrenta a la tentación de sobreactuar una capacidad punitiva que no puede desplegar del todo en la persecución de los que incumplen la cuarentena, los ladrones, los evasores, o los corruptos. Para controlar los precios frente a los especuladores, se descentralizan los controles de precios en los intendentes, pero muy probablemente sus mecanismos de control sean todavía más precarios, menos profesionales y más permeables a la corrupción y/o la arbitrariedad que los de los organismos del Estado nacional asignados a esa tarea. Por otro lado, varios intendentes ya están cometiendo delitos al bloquear accesos a ciudades aun a riesgo de dificultar el abastecimiento de los alimentos. Quizá mañana se descentralice en ellos también el incierto ciberpatrullaje o el mismísimo poder de policía. El riesgo es que se busquen remedios que terminen empeorando la enfermedad. Contradicción. Otra forma de perder credibilidad en el Estado tiene como protagonista a la administración de justicia, que reconoce y valida derechos de manera contradictoria e inequitativa. Hay allí un accionar sesgado firmemente instituido que incrementa la decepción, como en el caso de la liberación domiciliaria de Amado Boudou. Además de las fallas estructurales, también las decisiones puntuales de los agentes concretos generan efectos negativos. En la semana se vio entre nuestros dirigentes una escalada de acusaciones y chicanas inspiradas en encuestas, que no hacen más que radicalizar a sus rivales políticos y minimizar las chances para, por ejemplo, una comunicación coordinada, objetiva y seria de cómo se está administrando esta crisis. Los más curiosos hemos podido comparar con más nitidez cómo algunos dirigentes encaran su comunicación con la ciudadanía. Por ejemplo, la intervención de la reina Isabel II es una verdadera joya por su contundencia y su altura, y las conferencias de prensa diarias del gobernador del estado de Nueva York, Andrew Cuomo, despiertan la envidia de cualquier ciudadano que crea que la información objetiva −en una pandemia o fuera de ella− es un bien público que debe ser distribuido con seriedad y base científica a una ciudadanía que está ansiosa, angustiada, y tiene miedo.

*Politólogo, presidente de la Sociedad Argentina de Análisis Político (SAAP). 

(Fuente www.perfil.com). 

domingo, 15 de marzo de 2020

CARTA ABIERTA DE UN IGNORANTE


Uno es un ignorante. Comenzamos ahí, esa es la línea de largada.
Un ignorante en más de un ámbito de conocimiento, pero no por eso deja de ser un ciudadano que piensa, que medita y que vive en esta Argentina, que hacemos entre todos y todas.

¿No corresponde YA para aliviar no solo la carga económico-financiera de los hogares, de los talleres, de las fábricas, de los comercios, sino también para aliviar la tensión psicológica en estas circunstancias extraordinarias suspender el corte de cualquier servicio básico, desde el agua hasta el WI FI y el celular, por 90 días?

No debe haber hogar que por no poder abonar una factura esté desconectado del resto, y que por una cuestión económica sea una isla, y que distintas islas den lugar a un archipiélago. Debemos ser un continente que nos contenga, a todos, a todas.

Entiendo que coincidimos que la situación argentina es grave hace años, con lo que la mayoría de la población sufre carencias y está en el límite. Los esfuerzos que cada uno hace, los esfuerzos de las familias, por lo común no alcanzan más que para subsistir. Con la brutal caída de toda actividad, este declive será más agudo y sostenido.

Seguramente, habrá otros que podrán contribuir con ideas y acciones acerca de temas que hacen a la Salud, al aprovisionamiento social de lo básico para la subsistencia, alimentos et cetera. ¿Qué pasa con el Clearing bancario? Debemos ir un paso adelante.

El ESTADO NACIONAL debe poner paños frescos YA. Debe correr por delante, no por detrás, de la grave situación que comenzamos a recorrer juntos.

Hoy, la Deuda Interna es más acuciante y prioritaria que cualquier deuda externa.



Héctor Alvarez Castillo, un ignorante.





domingo, 3 de septiembre de 2017

LA TRAMPA DE LA DEUDA

Por Felipe de la Balze

La economía mundial está inmersa en una enorme burbuja crediticia que se desarrolló gradualmente durante los últimos treinta años y cuyas consecuencias finales son difíciles de prever.
La gran crisis del 2008/2009 fue producto de una excesiva acumulación de deuda, principalmente hipotecaria, en los países más avanzados. La toma de conciencia de que muchas de esas deudas no serían honradas detonó un crack crediticio y un parate en el funcionamiento de los mercados.
Una agresiva política de expansión monetaria, bajas tasa de interés y estímulos fiscales evitaron una depresión mundial. La economía se recuperó lentamente, los mercados financieros se estabilizaron, pero los niveles de deuda siguieron creciendo. A fines del 2016, la deuda pública y privada total -de acuerdo a datos del Banco de Pagos Internacionales- alcanzaron la friolera suma del 320% del Producto Bruto Mundial.
La economía mundial está amenazada por estos altos niveles de endeudamiento. Las políticas económicas de los últimos años difirieron el problema sin resolverlo. Los excesos de deuda restringen la demanda agregada, retrasan el crecimiento y generan presiones deflacionistas.
Los países y las empresas fuertemente endeudadas están limitados en sus capacidades para gastar e invertir. Además, el repago de la deuda transfiere ingresos a sectores económicos que tienen una menor propensión a consumir.
Las paupérrimas tasas de interés actuales frenan las quiebras pero simultáneamente reducen el valor de los fondos recibidos por los ahorristas obligándolos –para alcanzar sus objetivos- a incrementar su tasa de ahorro y a reducir gastos.
Las bajas tasas distorsionan el costo del capital y crean compañías “zombis” e inversiones improductivas que sobreviven porque los bancos se niegan a enfrentar la realidad. Se posterga la restructuración productiva, se achica la oferta de crédito y la economía pierde su dinamismo. El estancamiento de la economía japonesa durante las últimas décadas es, en este sentido, ilustrativo.
En otros casos, como el de China, las bajas tasas alientan burbujas especulativas en el sector inmobiliario y/o fomentan inversiones excesivas en sectores promovidos por el gobierno (como el acero, el cemento y la infraestructura) presionando a la baja los precios de numerosos productos y distorsionando el funcionamiento de la economía mundial.
Finalmente, las bajas tasas de interés penalizan la rentabilidad del sector bancario que por razones precautorias y regulatorias invirtió masivamente en títulos públicos. Para mantener su rentabilidad muchas instituciones desarrollaron operaciones especulativas y apalancadas en el sector inmobiliario, en la compra de empresas y en la creación de nuevos y complejos instrumentos financieros.
De acuerdo a informes recientes del Banco Mundial las carteras de préstamos incobrables del sector bancario a nivel mundial alcanzan el 4.3% del total de préstamos, un monto similar al del año 2009. El número real es seguramente bastante más alto.
En Europa los problemas están localizados en la banca italiana (360.000 millones de euros equivalentes al 20% del PBI) y en las sociedades de ahorro y préstamo y bancos regionales alemanes. Existen excesos crediticios en Canadá, Gran Bretaña, Australia, Nueva Zelanda y varios países europeos donde los bancos han prestado mucha plata al sector inmobiliario fuertemente sobrevaluado. También hay problemas serios en China, la India y Brasil. El caso de China es particularmente preocupante pues se estima que los incobrables podrían representar entre el 15% y el 20% del PBI.

En este contexto de endeudamiento excesivo las autoridades económicas enfrentan una verdadera “trampa”. Las bajísimas tasas de interés son el síntoma que el sistema económico global no puede generar suficientes ingresos para repagar la deuda.
La economía mundial está atrapada en un círculo vicioso donde tanto la demanda como la oferta de crédito están constreñidas. Los estímulos monetarios pierden su eficacia y no mejoran la economía real. Los efectos colaterales de dichas políticas se vuelven tóxicos, perjudican la actividad económica, fragilizan la estructura financiera y terminan por agravar el problema original.
Subir la tasa de interés es riesgoso porque aguijonea las quiebras, fragiliza al sector financiero y genera pérdidas para los tenedores de bonos. Por otro lado, un default generalizado de la deuda destruiría una porción importante de los ahorros mundiales, generaría una grave crisis y gatillaría quizás un colapso de la actividad económica.

Las autoridades económicas incapaces de resolver el problema- a través del crecimiento, la inflación o la restructuración- prefieren patearlo para adelante. Las tasas bajas, como la droga, crean dependencia, generan burbujas, reducen la flexibilidad del sistema financiero y magnifican la vulnerabilidad de la economía a los shocks.
Por ahora el Show debe continuar a la espera de un milagro. En algún momento la manipulación financiera encontrará sus límites con consecuencias quizás catastróficas para la economía mundial.
Felipe de la Balze es académico y analista económico internacional.
Esta nota apareció en la edición del diario Clarín el día 27 de agosto de 2017.